viernes, 4 de noviembre de 2011

David Mc Kee, Elmer y Wilbur

Elmer y Willbur en Rayitos



¿Dónde te gusta esconderte? -pregunto a las nenas y nenes de Rayitos.
Es jueves, octubre y nos reunimos en el rincón de la alfombra.
-Debajo de la cama –dice Flor.
-Debajo de la mesa –Estela.
-En el galpón del patio –Lucila.
-Atrás de un árbol.
-En mi casa.
-Arriba del techo –se entusiasma Juan Manuel.
-Debajo del agua, jaja! –dice alguien y se ríe.
-¿Y si fueran elefantes? –pregunto.
Hablamos un poco de cómo son los elefantes.
-Ahí tenés uno –me dice Estela y señala un dibujo en mi blusa hindú.
Agustín se acerca a tocarlos, uno por uno: -Tenés muchos.
Conversamos sobre los elefantes, dónde podrían esconderse, tan tan grandes.
Presento el libro: Elmer y Willbur.
Estela dice que está en el jardín de infantes al que concurre.
-Ese elefante es de colores –enseguida avisa uno de los chicos al ver la tapa.
Conversamos entonces de los colores de los elefantes.
Presento el título, la tapa, lo que allí está escrito.
Me detengo en la guarda, esas dos hojas antes del cuento, sin texto.
-Miren los pájaros azules y el cielo rosa –digo.
-Es África –dice Lucila.
-Sí, es África, ahí están Elmer y Willbur.








Nico susurra sus poemas

En el sol hay un girasol
y con el diente de león
hacen la fiesta
del amarillo.


El fuego se enciende.
La sangre, la manzana, la pimienta,
ahí se esconde el rojo.

Nicolás U. 9 años

Melina susurra en la municipalidad

Añadir leyenda


El negro
está en los ojos de mi hermano
y en el caballo salvaje.

Melina, 12 años.

Ariadna susurra

Abro mi mandarina
¿Está el naranja?
¿O se fue al damasco?
Atardecer en el cielo.

Ariadna G. 9 años.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Un poema de Natasha

Cala
flor blanca
crece sola
guardián
de cuerpos
sin vida
descomponiéndose
arañas, hormigas, gusanos

hermosas
pero representa otra
cosa.

Natasha Z.

Me entretengo en la vereda...


Me entretengo en la vereda
con un arcoíris.
Me concentro en el rojo.
Cruzo la vereda,
un cartel de rojo.
Doy la vuelta
a la manzana.
Mmmm…qué rico, manzana.
Llego a casa:
¡Mamá! ¿Hay manzana?

Violeta M.

Hay un piojo en mi mochila


Hola, me llamo Geolocotrina, pero me dicen Trampi.
Un día fui a la escuela y se me ocurrió sentarme en un banco de atrás.
Cuando abrí la mochila saltó algo diminuto y negro: ¡Era un piojo!
Fue saltando de cabeza en cabeza y picó a todos.
Les agarró la enfermedad tonta pero grave que había escuchado: Picacabecitis.
Todos se rascaban y se rascaban hasta acalambrarse, desde una punta hasta la otra de sus cabezas y el piojo murió.
Entre todos le hicimos un Padre Piojo:

Padre Piojo
que estás desangrado
santificado sea mi banco
venga a nosotros tu picadura
hágase este dolor más leve
danos hoy nuestro medicamento
perdona nuestras cachetadas
como nosotros perdonamos
a los que nos pegan
no nos dejes caer en tu maldad
líbranos del dolor.
Amén

Todos rezamos, lo enterramos y lloramos tanto que terminamos deshidratados.

Rocío U. 

jueves, 27 de octubre de 2011

La sueñera


Tres sueños de Ana María Shua:


En la oscuridad confundo un montón de ropa sobre una silla con un animal informe que se apresta a devorarme. Cuando prendo la luz, me tranquilizo, pero ya estoy desvelada. Lamentablemente, ni siquiera puedo leer. Con la camisa celeste clavándome los dientes en el cuello me resulta imposible concentrarme.



Froto con entusiasmo el velador. El genio aparece enseguida, pero se lo nota cansado. Puedo convertir en realidad cualquiera de tus sueños, me anuncia, utilizando la fórmula ritual.
Qué tranquila dormiría si pudiera pedirle lo contrario.



Pelando zanahorias me corto un dedo. De la herida brotan gotas de alquitrán que manchan el parquet. Tratando de limpiarlo, hago un agujero en el piso. En el departamento de abajo hay una reunión de cátedra. Entre los profesores estoy yo. Al levantar la vista me descubro espiando. Esto te pasa por pelar zanahorias, me digo, muy enojada.



Tres sueños


Un sueño:

Froto con entusiasmo el velador, sale una luz y yo entro en el velador y salgo.
-¿Por qué te prendés y te apagás? –pregunta mi mamá.
-Me choqué con la lamparita –le respondo.

Dos:

Vienen a buscarme en vaca, está oscuro.
Yo pienso que es un monstruo de cien patas y salgo corriendo.

Tres:

En una clase de gimnasia salté y en el aire me dormí, cuando me desperté ¿qué pasó?
Me quedé atrapado en un árbol.

Victorio L.



Sobre el soñar

Los chicos conversan sobre los sueños, ayudados por los poetas:


-¿Qué es soñar?
-Algo que pensás mientras dormís.
-Depende, a veces soñás algo y se hace realidad.
-Yo he soñado algunas pavaditas que se hicieron realidad.
-Soñar es como tocar el cielo.
-Entrar en otra realidad.
-Como viajar en el tiempo.
-Un viaje muy divertido.
-A veces, no es divertido.
-Algo rarísimo.
-Un pensamiento.
-A veces no sueño nada, veo tooodo negro.
-La noche pasa muy rápido.
-Pero...¿dónde están los sueños?
-Están acá, en mi cabeza, en mis pensamientos.
-Están ¿dónde? 
-En un mundo donde uno solo puede entrar.


Rocío, Baltasar, Natasha, Violeta y Victorio 
-chicos de diez y once-

En la oscuridad confundo...


En la oscuridad confundo...
mi espejo con un horrible monstruo que asoma su cabeza entre las sábanas de mi cama y de repente, mi grito de terror transformado en sonrisa blanca del horrible espejo transformado en monstruo. De la nada, la luz se prende y mi mamá pregunta: ¿Estás bien?- No lo sé- es mi respuesta y me da un rico desayuno con masitas.

Baltasar B.

En la oscuridad confundo…

La puerta con una vaca. Me sube a su espalda, me caigo en una nube de algodón de azúcar, me lleva a una montaña que me ubica de nuevo en mi cama.

Rocío U.

La inocencia de la zanahoria


Pelando zanahorias encontré el rallador, pero, distraída, me rallé el dedo. La sangre era como un manantial, hasta atraje vampiros, pero corrí y me salvé.

Natasha Z.


Pelando zanahoria me corté un dedo. Se me metió en la oreja, me lo limpió y luego en la nariz. Se metió en mi boca y pasó hasta la garganta, me llegó a la panza y lo vomité.

Rocío U.

Pelando zanahorias me corto un pelo y un dedo. Salen volando  como diciendo - ¡Somos libreeess!

Baltasar B.






¿Qué es un caligrama?

21 DE FEBRERO


Fueron fantásticos
los poemas que nos mostró
donde las palabras
crean la forma
de la cosa
de la que habla
el poema
-como el de la manzana
con forma de manzana
y el de la casa
con forma de casa.


Mi cerebro bri-bri-brincaba
mientras veía esos poemas.
Nunca pensé que una persona poeta
pudiera hacer
cosas tan divertidas.


de: Quiere a ese perro, Sharon Creech
       Fondo de cultura económica

Corazón corazón

Corazón, de Dana Z.


Yo voy con el auto


Auto, de Tomas V.

cachorro lindo

Cachorro, de Lola U.

Mariposa que vuela

Mariposa, de Malena Ch.


Vuela alrededor de mis sueños
como una flor que vuela por el cielo
con los picaflores 
vuela por el agua de los reflejos
se mira se acaricia 
hace dibujos


mariposas a lunares rosas y violetas
mariposas negras que se encienden y se apagan
mariposas

jueves, 29 de septiembre de 2011

Roja roja rica

Sandía, de Natasha Z.

Una mosca

Mosca, de Baltazar B.

Naranja naranja

Una naranja, de Violeta M.


lunes, 12 de septiembre de 2011

Mi camino lector: El Infierno


Entonces el Infierno era eso: imágenes sobre papel ilustración en un enorme libro en italiano. Adriana Blassoni entraba con ese libro a la clase –la oficina oscura con piso de madera de la Asociación Italiana- y para mí era una ceremonia mágica. Leíamos a Dante, los versos endecasílabos y las notas al pie, una por una. Me gustaría volver a ver ese libro, saber la editorial, tocarlo.
Yo tenía once o doce años y seguía el curso de lengua italiana para adultos, no había grupo de mi edad. Me sentaba atrás y hablaba poco. Las clases eran los sábados a la tarde, dos horas.
Leíamos el Infierno. Mucho tiempo pensé por qué Adriana nos hacía leer el Infierno y no el Paraíso. Yo esperaba el momento en que leyéramos el Paraíso. Recuerdo mi expectativa, quién sabe qué bellos relatos, qué descubrimientos imaginaba. Sabía que allí Dante volvería a encontrarse con Beatrice y pensaba que al fin podrían amarse libres. Pero nunca leímos el Paraíso en esas clases. Tampoco recuerdo si alguna vez Adriana llevó ese tomo, si vi las imágenes de la salvación.
Leíamos el Infierno, todavía son en mi memoria las láminas de página completa, a pleno color, lujosas, terribles. Aquello que en catecismo había sido un concepto más bien general, aquí era un detallado catálogo de pecados y sus correspondientes castigos.
Había pecados que no entendía, los más abstractos, la traición, por ejemplo, el orgullo, la avaricia. Hasta entonces no había pensado en tantas cosas, el bien y el mal eran simples y fáciles.
Aprendí de memoria las palabras escritas con letras negras sobre la puerta del infierno:
Per me si va nella cittá dolente,
Per me si va nell’ eterno dolore
Me gustaba repetir el final grave, así, en italiano:
Lasciate ogni speranza, voi che entrate
Me hacía sentir mayor, sabiendo cosas importantes, diferentes. Con el Infierno entraba a un mundo que no descifraba completamente pero que me fascinaba. Intuía que era una visión del alma humana, de lo más secreto. No había con quién hablar de estas cosas. Mis amigas de entonces no leían a Dante. Las clases de italiano para las nenas eran una rareza de mi familia. Creo que me daba un poco de vergüenza. Mi hermana mayor entendía más, con otra inteligencia, menos fantasiosa. Pero pasaron muchos años hasta que un día recordamos juntas esos sábados y hablamos del libro, de la edición de lujo en donde aprendimos la violencia de los castigos, lo que podía esperarnos.
Si el Infierno fue el conocimiento de los pecados posibles, también fue una visualización del miedo. Y el descubrimiento de la capacidad de un escritor de imaginar y contar las formas de la crueldad divina.  Recuerdo que me preguntaba –para mí, no me atrevía a decirlo en voz alta- cómo Dante se había atrevido a juzgar a los muertos, a disponer de sus almas y a repartir los castigos y las recompensas. Imaginaba que él mismo sería castigado por esta arrogancia, este desafío al misterio de Dios.
La profesora Adriana, venía a dar clases en un Citroen amarillo desde Bahía Blanca. A la distancia, la veo abriendo ese libro enorme, cómo lo colocaba sobre la mesa, a la vista de todas, señalaba con sus dedos, los pasaba sobre las hojas de papel tan suave, leía, tal vez recitaba los versos y entiendo el amor que profesaba a ese libro. Ella era brillante y despistada. Habitábamos otro mundo en esas clases tan distintas a la escuela.
Por entonces yo ya era una lectora voraz. Casi todas las semanas íbamos con mi hermana a la única librería del pueblo a comprarnos algún Sigmar, un Robin Hood. También estaba la biblioteca de la Escuela, recuerdo una colección de leyendas, tapas duras, hojas rústicas, sus bellos nombres: Amancay, La flor del ceibo, Irupé. Era en medio de ese mundo de palabras contenidas, dulcificadas para las niñas, que irrumpía el Infierno.
Así descubrí que había libros que podían ser perturbadores y libres y esa era la verdadera curiosidad hacia Dante, cómo se había atrevido a esa libertad. Curiosidad y deseo.
Deseo de libros que me hicieran entrar en el mundo de los adultos, que se metieran con lo oscuro, con lo sagrado, con lo intocable. De alguna manera, ese libro y esas clases de italiano eran una ventana hacia otros universos, una ventana desde mi pueblo, su pequeño –frágil- orden, su todo-siempre-igual.
Y además creo que aunque la lectura era en clase, como yo estaba casi de oyente ahí, de permiso especial, de alguna manera era una lectura íntima, íntima en cuanto que no la compartía con nadie de mi entorno más cercano –excepto mi hermana. Pero yo creo que había un sentimiento íntimo en mí sobre esa lectura, despertaba cosas que me guardaba sólo para mí. Y todavía creo en esa potencia de la lectura, como de ciertos amores, capaces de generar centros de fuerza dentro de una, pertenencias indestructibles, brillos, saber algo que sólo una sabe y de eso se puede sacar agua, un pozo de agua dentro de una, inagotable.
Ahora, cuando leo para los pibes o presto un libro, a veces me quedo pensando en qué ventanas podrá abrir el otro/la otra desde esas páginas, qué movimientos íntimos podrán suceder.
A mí todavía me dura esa sensación de despertar ante ese libro.

Final feliz: Hay un canto del Infierno que guardé en mi memoria de otra manera: el Canto V, el círculo destinado a los amantes, la historia de Paola e Francesco. El castigo era ser arrastrados, por una eternidad, en el remolino del viento. La imagen los mostraba juntos, abrazados-veo esa lámina con claridad-
En esa escena me quedaba soñando, el amor podía ser más fuerte que el Infierno, ni siquiera Dante se había atrevido a separar a los amantes. Qué importaba girar y girar en un remolino infinito si estaban juntos, si iban a estar juntos para siempre.
Adoré desde entonces esa historia y sucedió hace poco que caí en la cuenta que Paola e Francesco habían cedido a la tentación de amarse mientras leían un libro. Entonces lo vi al gran Dante, su túnica clásica, su corona de laureles, guiñándome un ojo.




sábado, 20 de agosto de 2011

La piedra en el estanque


Una piedra arrojada en un estanque provoca ondas concéntricas que se ensanchan sobre su superficie, afectando en su movimiento, con distinta intensidad, con distintos efectos, a la ninfa y a la caña, al barquito de papel y a la balsa del pescador. Objetos que estaban cada uno por su lado, en su paz o en su sueño, son como reclamados a la vida, obligados a reaccionar, a entrar en relación entre sí.
Otros movimientos invisibles se propagan hacia el fondo, en todas direcciones, mientras la piedra se precipita removiendo algas, asustando peces, causando siempre nuevas agitaciones moleculares.
Cuando toca fondo, agita el lodo, golpea los objetos que yacían olvidados, algunos de los cuales desentierra, otros a su vez son tapados por la arena. Innumerables acontecimientos, o miniacontecimientos, se suceden en un tiempo brevísimo.
Quizás ni aun teniendo el tiempo ni las ganas necesarias sería posible registrarlos, sin omisión, en su totalidad.
Igualmente una palabra, lanzada al azar en la mente, produce ondas superficiales y profundas, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, implicando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, complicándolo el hecho de que la misma mente no asiste pasiva a la representación, sino que interviene continuamente, para aceptar y rechazar, ligar y censurar, construir y destruir.

Gianni Rodari, Gramática de la fantasía

Gracias!!!


Y esto fue lo que pasó cuando amigas y amigos leyeron aquellas: Conversaciones sobre la varicela.
¿Vos tuviste varicela? ¿Te acordás?


Graciela San Román:
ay, las cascaritas!
por qué la vida nos tienta así?
cuando era nena me gustaban las cascaritas de mi cuerpo,
las de varicela y sarampión (tuve una, no se cuál)
y las de los porrazos en las rodillas
me encantaba, en un placer masoquista,
sacarme de a poquito esas cascaritas,
como pelar una mandarina dura
aunque un poco dolía, no importaba
pero no se podía porquetequedanmarcas!

la vida me dio revancha
y ahora, con edad de tener nietos,
me he caído con cascarón en rodilla derecha
y me he dado el permiso
rodilla mandarina, huellita para siempre


Stella Salum:
Sabes que tuve varicela en Pampa del Malleo junto a mis alumnos ; creo a los 22 años, en esa época trabajaba en una escuela albergue, por lo tanto estábamos todos juntos, una cama al lado de la otra y con varicela. Qué buen recuerdo, me divertí un montón , parecíamos la junta nacional de granos.


Elsa Calzetta
Tuve varicela a los 16 años. En épocas en que no había vacuna. Mucha fiebre, sed, dolor de cabeza y malestar general. Imposible salir de la cama. El cuerpo maltratado, porque los ganglios se inflamaban, como si fueran a explotar. Allí supe (porque no tenía noticias de su existencia) que a los lados de la nuca, tenemos ganglios. Y que inflamados, duelen. Soporté sin dignidad las mal nacidas ampollitas, que tuvieron su proceso antes de secarse y desaparecer. De ampollitas pasaron a transformarse en círculos parecidos a los que deja un cigarrillo al quemar la piel. Lo más angustiante de mi varicela fue no ver a mi querido noviecito por unos cuantos días... mal recuerdo.


Laura de la Loza:

Y pensar que desde el área de salud sólo la vemos como una enfermedad contagiosa de vigilancia epidemiológica, ja.
Cuanto más divertido sería acompañar las estadísticas con estas hermosas "conversaciones" de los afectados.


Alejandro Lemus:


yo no me acuerdo
si tuve varicela
tuve seguro
la rubiola
que es medio parecida


Selva Dipasquale:
Cómo nos quedan las marcas de la varicela a todos, eh... yo tengo una marquita en el pecho.... y como si fuera poco de grande tuve la recidiva de la varicela… que no es nada más y nada menos que eso que llaman culebrilla y como duele!
Tu post me recordó de inmediato este bello poema de Florencia Fragasso:

Varicela

Mis sobrinas están con
Varicela

quejosas, insaciables: una
toda brotada, otra
con puntos esporádicos
apenas

me toco
los dos agujeritos
huellas de mi propia varicela
en la frente
la yema del dedo las camina
de memoria

¿les quedarán marcas a ellas?

mi tacto las reconoce como rasgos
distintivos, como esa gota sellada en el parquet
a pocos centímetros del zócalo

aureolas ligeramente hundidas
templos mínimos

"no te rasques" aún se escucha
se ve que no hice caso
mis sobrinas, allá lejos,
¿harán caso?
¿cómo se dirá
varicela o
paperas
en su lengua?

mi hermana y yo tuvimos
Varicela durante Malvinas
mirábamos
la elección de Miss Universo
desde la cama
en una tele blanco y negro

prestada

lunes, 4 de julio de 2011

Estudio sobre la varicela

La varicela es un montón de granitos.
Si te rascás te sale sangre
Como a un perro con una oreja rota.

Sí! Te quedan granitos.
Se rascan así,
con la yema de los dedos.
Con la manito
despacito.

Lo bueno:
te dan todo en la cama
y eso.

Cuando yo tuve varicela
mi niñera, que se llama ana,
me daba el desayuno en la cama.

El primer día que me levanté
no tenía tantos granitos,
pero el segundo día
me vi al espejo
y parecía ¡una loca!
Tantos granitos que no podía
verme la cara.

¡De qué te reís vos!
¡Todavía no tuviste varicela!

Tenía granos como un choclo.

El primer dia tenía sólo un grano.
Fui a la doctora.
Mi mamá y la doctora
pensaban que yo tenía varicela.
Al otro día me levanté
y tenía muchos granos.
Me rascaba, me rascaba.
Mi mamá me decía
todo el día:
¡no te rasqués! ¡no te rasqués!

Yo era muy chiquita cuando tuve varicela
y no me acuerdo nada de nada.

La varicela no nos gusta
parece que tenés el cuerpo lleno
de hormiguitas que te pican.
No podés invitar a tus amigas a jugar.
Pero hay una buena:
Podés visitar a tus abuelos favoritos
y te quedás en tu casa
como si fuera un fin de semana
de quince días.

Tomás, Joaquín, Malena, Dana, Micaela y las Lolas.
Chicas y chicos de 1 a 3 año

de primaria,
con las caritas, casi todas, llenas de marcas rojas.

domingo, 17 de abril de 2011

La mano piensa

(dedicado a mi amiga Martha Lombardelli)

La mano piensa –dijo Martha que dijo Heidegger.
Yo no sé bien qué quiso decir Heidegger -sé un poco más lo que quiso decir Martha- pero me gustó la idea de mi mano con su sabiduría, la densidad material de su pensamiento, no la transparencia de las ideas.
Y puesta a pensar (contemplativa en este caso) sobre esta cita –enero de 2009- brevísima de Martha, hubo dos ideas (transparentes) que se cruzaron en mí, dos miradas o estados sobre esta libertad de pensamiento de mi mano, dos entradas –distantes- en mi cuaderno:
22 de enero de 2010:
Mi mano piensa, me gusta pensarla así, todo lo que hace a su antojo, sin necesitarme, sin que yo tenga que pensar en ella. Todo lo que sabe hacer y ejecuta libre de mí, sin atarme a su pasión por el movimiento, el ajetreo. Puedo dejarla sola mientras abre la heladera y usa la cuchilla, mientras estira una sábana sobre la cama o junta la ropa del tendal, mientras enhebra y teje, ordena libros, riega las plantas o recorre una piel que amo, una boca.
Libre de mí, mi mano va por las cosas a su antojo, mientras yo sueño o floto de cara al cielo.

27 de marzo de 2011:
Mi mano que piensa, que tantas cosas sabe por sí misma, se adelanta –segura y eficiente- a mi deseo, a mi voluntad.
Puedo estar distraída, irme un instante de mí, perderme -en qué pensamientos- y de pronto, vuelvo y la descubro en plena acción, veo que mi mano sigue en mi lugar, hace de mí, me reemplaza.
Algunas veces me cuesta entender qué se quedó haciendo mientras yo me perdí –ese instante- y entonces me inquieta saber qué quiere, qué busca. La detengo en pleno vuelo, la interrumpo -¿me da miedo que actúe por sí misma?- me quedo dos, tres segundos suspendida en el aire, hasta que vuelvo a mi cuerpo, otra vez presente –espacio y tiempo- puedo leer sus movimientos, entender su programa de acción. Me ato otra vez a su sistema –huesos, nervios, sangre- y voy tras ella. Poco se equivoca. La dejo hacer, ejercer su voluntad, completar su trabajo. La mano piensa –me digo otra vez.
Es domingo y sé estas cosas mientras cocino berenjenas, arroz yamaní y choclos dulces como rodajas de melón.


Marzo de 2011

Algo de mi mano









Mi mano

Mi mano parece un libro abierto, un murciélago, una torta mágica, un árbol, un pie, piel, una guitarra volando y toda descontrolada, una flauta loca, muchísimas curvas.

Mi mano vuela por las pulseras, por los lunares, por las uñas, por los anillos, por los huesos y por los dedos.

Mi mano es caliente, fría, tal vez, suave, grande cuando soy grande y chiquita cuando nací, tibia es color piel y cuando estoy con la tierra o con el barro, es negra.

Mi mano juega con mariposas y pinta manos, color piel y de todos colores.

El dibujo de mi mano parece una cara, dientes sueltos y largos, aves, huesos, ropas, ramas, lluvia suelta por toda la ciudad.

Sol C. (9 años)


Mi mano

Mi mano atraviesa

la mesa y se esconde en el papel.

Mi mano vuela

a cada rincón de la hoja

y se coloca en el medio,

De pronto, desaparece.

Mi mano es grande

pero no como las de mi abuelo

y con uñas cortas

porque me las como.

Mi mano juega

con el aire, el agua,

con mis sueños

y los cambia,

los hace mejores.

El dibujo de mi mano es grande

y yo pienso que mi mano

es de todos colores

como el arcoíris.

Rocío U. (10 años)


Mi mano

Mi mano parce un muñeco, siempre la manejo yo.

Digo: Hola, él dice: Hola.

Yo me río, él se ríe.

Saco la lengua, saca la lengua.

Mi mano vuela por donde vuelo yo;

me caigo, se cae; me levanto, se levanta.

Siempre volando, revolotea, corre.

Salto y ella vuela, se para nada más para dormir, vuela, vuela.

Mi mano es un murciélago que vuela a la luz.

Espanta a todos, sus aleteos son muy lentos.

¡Pátafe! ¡Pátafe! Con esta agarro todo

¡y sigue volando!

Mi mano juega con mi otra mano que no vuela, queda quieta.

Las dos se pelean.

Su amigo favorito es la mano de mi amigo.

El dibujo de mi mano es espiral.

Se posa y el dibujo queda marcado

como un sello.


Victorio L. (9 años)

domingo, 20 de marzo de 2011

Superluna de marzo


Fue hace tiempo, agosto de 2008, en la Casa Maternal Rayitos de Itatí
pregunté por el mar a los pequeños de tres, cuatro, cinco años:

A mí me gusta el mar

A mí me gusta el mar de noche
cuando está lleno de estrellas
y con la luna
redonda y blanca.

A mi me gusta el mar a la mañana
cuando salen
los cangrejos rojos
a buscar el sol en la arena.

A mí me gusta
sacarme los zapatos
y meterme en el agua,
saltar las olas
y mojarme todo.

Yo no conozco el mar,
pero me lo imagino
a la tarde
lleno de espuma
y el ruido de las olas
que van y vienen.

Si fuera al mar
me gustaría meterme en el agua
y jugar con un barquito
que lleva mi muñeca.

A mí me gustaría bañarme en el mar
con la foca
y los pececitos.

¡Gracias chicos!!!!

¿Qué cosa es el mar?

El mar es una bañera llena de agua.
El mar es un trompo de agua.
El mar es un hueco gigante que salpica.

El mar es celeste como la lluvia.
El mar es negro como el cielo cuando llueve.
El mar es negro como la pantera.
El mar es azul como la luz del faro.
El mar es rosa como mis zapatillas.
El mar es rosa como la bicicleta de Diana.
El mar es amarillo como mi nombre.
El mar es verde como un campo de trigo verde.
El mar es turquesa como el anillo de Inés.
El mar es gris como las nubes grises.
El mar es naranja como una fruta.

Las olas del mar son como orejas de elefantes,
como trompetas, hamacas, letras C.
La espuma del mar está hecha de lana de ovejas,
de raya de cebra, de callo de ballena.

Cuando el sol se mete en el mar, el agua
se pone amarilla como una jirafa,
amarilla como un león.

Al atardecer el mar es un dragón
que echa fuego sobre la orilla,
es un corazón que late fuerte.



Después de escuchar
Bumble y los marineros de papel,
de Laura Devetach
Sol, Violeta, Vittorio, Inés, María, la otra Sol...
nenas y nenes de 8 y 9 años

mareas


cuando la luna cruza sobre el agua
se alza el mar
cazado por la gravedad

como en los diez mandamientos
el agua se levanta sobre sí misma
deja la playa vacía
descubre cangrejos almejas dentaduras

hay que esperar seis horas
para que vuelva

esperar que la luna se mueva
hacia el otro lado de la curva del cielo

entonces
el mar regresa
desciende
se estira sobre la playa
como una sábana

podemos amarnos
o dormir
o fingir
que no hemos visto nada

laura forchetti

y la luna de ayer, 19 de marzo de 2011


lunes, 21 de febrero de 2011

La canción de la Vacuna



Cuando me pusieron la vacuna me dolía, me dolía
como si fuera una zanahoria, me dolía, me dolía
como si fuera un panqueque…no, entonces no duele nada
bueno, como una estufa me dolía, me dolía
como el fuego de un incendio, me dolía
como un caballo, como la patada de un caballo me dolía, me dolía
Cuando me pusieron la vacuna
me quedó el brazo duro
como si tuviera una piedra chiquita dentro
me dolía, me dolía
como si me pincharan con una cuchillita
una aguja que pasa de lado a lado.



Otra vez, 1 y 2 de Esc. N° 2 Aparicio

en ronda, recordando -ay!!- el día que los vacunaron.