domingo, 23 de enero de 2011

Mientras ellos escriben



Es mi mano –pero digo la mano- la que recorta papeles de colores –verde, amarillo, rosa apenas, el naranja- para llevar a tres nenas y un nene que escribieron poemas; para que escriban sus poemas –pequeños- en los papeles de colores.


Los poemas de los niños son inconscientes, ignorantes, despreocupados; ignoran las capas –mantos, manteles, mantillas- que cubren las palabras y las desvelan. Pero no ignorancia por no saber, ignorancia por levedad. Las palabras pasan al vuelo y las atrapan, como si miraran estrellas: elijo esa, la nombro –pequeña, hermana, hada, ojito de muñeca- me la guardo.


Así las palabras que ven pasar -servidas en la mesa- las elijen y ubican en el poema como un soplo –feliz cumpleaños- el deseo se planta ahí, titila en la luz de la vela, dura apenas -¿te acordás lo que pediste/deseaste hace un mes, un año? –un soplo las palabras en el poema, en la ignorancia extendida como belleza que abre el infinito, el espacio plagado de estrellas –todas en los ojos- todas nuestras- como las palabras que ponen en el poema:


asomadita/ ya por las tardes/ se acerca la primavera


La mano corta papeles de colores –la mano en la tijera- una isla en la mañana por la que circulan autos y productos y voces –la mano en la tijera corta papeles de colores verde, amarillo, casi rosa, naranja- recorta una isla en la mañana –allí los niños escribirán sus poemas con letra prolija para guardarlos en cajitas de fósforos –los poemas también encienden el fuego, arden, queman, pueden provocar incendios, acabar con todo- con el amor, con lo cierto, con la fortuna, mi alma.

Poemas nacidos de la distracción concentrada en las palabras, en la ignorancia de los diccionarios, las poéticas, angustias –preocupación y atención de los niños en las palabras nuevas -¿está bien así? ¿cómo se escribe? – un gato, la tarde, cosas que se esconden en la manzanilla, se respiran (sin nombrar) eso, lo que escriben en papelitos de colores y puede encender el fuego dulcemente acaso:


con canciones de alas/ canta un grillo/ debajo de la cama


la noche/ es un gato negro/ se esconde/ en el cajón del ropero


laura f. septiembre 2010

Poemas en cajitas de fósforos


Poemas miniatura de las chicas y los chicos de tercero
de la escuela de Aparicio:

Olas frías.
La noche llena
de estrellas.


Mi mundo
cae, cae, cae.
Todo queda blanco


Tengo un pañuelo azul
cuando me pongo tímida se pone rojo
cuando estoy triste se pone amarillo
y cuando estoy enojada
se pone negro


Noche y viento
bajo el molino
viene un grillo
escucho pájaros.

Magalí



Abro mi corazón
y escucho
la alegría de mis ranas.


Me pongo mi bata,
abro la ventana
y huelo
el aroma
de mis plantas.


Escarabajo travesía
como el relámpago
milagro del
nacimiento
y las palomas pintan
el árbol y el nido.

Rocío



Pongo una flor
en un plato.
Viene una mariposa.


La luna está en el cielo.
Cuando viene
abro la ventana.


La noche,
sentada escucho
el sonido de la luz.

Silvina



Vuelo en el cielo
y la lluvia
junto a mi ventana.


Esta caracola tiene dentro
un grillo que canta
ya por las tardes
con una flauta.
Toca el tambor
una langosta

Facundo

sábado, 22 de enero de 2011

Cuando estoy muy enojada/enojado


Me encierro en mi pieza y me miro al espejo.
Le pego piñas a la pared.
Me lavo las manos y estrujo el jabón.
Agarro arena del patio y la aprieto, la aprieto.
Me voy a la pieza a mirar tele.
Yo me voy a la pieza de mi mamá a mirar tele.
Hago burla.
Yo no hago nada.
Yo me voy a la pieza, cierro la puerta con llave
y me escapo por la ventana
a la casa de mis primos.
Yo tiro las cosas, las sillas, los juguetes.
Yo no sé.
Yo me voy a la cama,
me voy a dormir.
¡Y san seacabó!

Entretodos los chicos

Del topito Birolo y de todo lo que pudo haberle caído en la cabeza



Macarena y el mino dinosaurio


Capítulo uno:
Dos gallos y una gallina

Había una vez una nena a la que su mamá le había tejido un saquito con capucha, de color rojo.
La nena se llamaba Macarena.
Un día salió al bosque y encontró un ave y se la llevó a su casa.
El ave puso tres huevos. Nacieron dos pollos y un mini dinosaurio.
Macarena cocinó al dinosaurio en una torta frita y se lo comió. Entonces, se convirtió ella en un dinosaurio y le salieron cuernos.
Los pollos se volvieron locos buscando a su mini hermano y cuando la vieron a Macarena, pensaron que era él.
Los pollos y Macarena (dinosaurio) no tenían nada para comer y se comieron unas frutas que había en un árbol.
Las frutas eran mágicas y los hicieron crecer y se convirtieron en dos gallos y una gallina.
Pero, pregunto: ¿Qué pasó con Macarena?
Elige tu final preferido:
1) Volvió a convertirse en nena comiendo más fruta mágica.
2) La gallina puso un huevo y del huevo nació Macarena.
3) Vivió como gallina con los gallos toda la vida.
4) Macarena (la gallina) volvió a comer fruta y se convirtió en nena otra vez. Pero antes, puso un huevo del que nació, otra vez, el mini dinosaurio.

Capítulo dos:
Macarena nace de un huevo

¡Qué asco nacer de un huevo!
Estoy toda mojada.
Partí la cáscara con la cabeza. Primero intenté con el codo, después con el pie, con la espalda y con la mano, pero no pude. Hasta que probé con la cabeza ¡y la rompí!
Salí picando gusano.
¡Ay, qué asco!
Lo primero que vi fue un dinosaurio y me asusté. Me puse a gritar como loca.
Mi mamá me escuchó y preguntó:
- ¿Qué te pasa, nena?
- Me asusté con el dinosaurio, mami.
- Bueno hija, no es nada. Andá a hacerte amiga de ese dinosaurio.
Me acerqué al dino y le pregunté:
- ¿Querés ser mi amigo?
Pero él me respondió:
- ¡Ay, qué asco! Sos muy pequeña, podría pisarte.
Entonces me enojé, le pisé el dedo chiquito del pie y me fui a mi casa.


Texto colectivo, pibes entre 6 y 11 años
Taller Cultura, junio 2010.

Palabras sueltas


Clara dispone las palabras –acuarelables-sobre la mesa, las dispone en abanicos, las lee una a una.
Yo leo un poema de amor que después copio en una hoja –papel de color- rosa casi fucsia –esto mismo ya lo dije así: casi fucsia-
Sírvanse unas palabras, casi nada.


Entonces Clara (10 años) escribe:

Y debajo de la brújula
una larga
espera silenciosa.



Corre el rumor
de que los jazmines
se pintan de celeste.

Enumeración de la lluvia




Enumeración de la lluvia

a silencio
a naranja
anaranjada
una bolsa
cascabel
a pasto verde

chissssss
maraca
a tierra mojada
negro
marrón
pulseras
a menta
a lavanda
golpecitos
a perro
gato
negro




Ana Sol (9 años)

Rapatonpocipitopo

Taller en Cultura, con los chicos.
Septiembre de 2010

Ese día fue Rapatonpocipitopo, de José S. Tallón


Alguno de los chicos dijo que sabía hablar en "jeringozo".


¿En qué? -dijeron los otros.


-Je-rin-go-zo, me enseñó mi abuelo.


Entonces, esa mañana hablamos esa vieja lengua de recreos.


Después, escribieron entre todos: Clara, Nicolás, Sol, Ariadna, Jazmín, Camila, Candela.





Las cuatro estaciones

Pripi mapa vepe rapa
flopo repe cenpe laspa
espe trepe llaspa
ypi laspa flopo respe
sepe despe pepe janpa.

Vepe rapa nopo
rapa tonpo cipi topo
bapa ipi lapa conpo
unpu zapa papa topo.

Inpi vipi erpe nopo
fríopo ypi ospo cupu ropo
lospo díaspa papa sanpa
mupu ypi rapa pipi dopo.

Opo topo ñopo
hopo jaspa
apa mapa ripi llaspa
paspa topo sepe copo.

viernes, 14 de enero de 2011

María Elena tantas veces



María Elena tantas veces

1- Fue María Elena, mi maestra de primer grado, la primera en cantarme las canciones de María Elena, la otra. En el patio damero de la Escuela N° 1 de mi pueblo, conocí por primera vez a Manuelita, El reino del revés, La canción del jacarandá, El Mono Liso. Entonces quise ser mi maestra María Elena y también la otra, la que escribía, escribir poemas como ella.

2- La vaca estudiosa en el Kapeluz de tercer grado de mi hermana que la leía en voz alta para mí. La aprendí de memoria.

3- Un año después era yo la que leía en voz alta, al ritmo de la máquina de coser de mi mamá, La familia polillal, del Confite de segundo. En esos años, para nosotras, entre los textos de los libros de lectura y las versiones bondadosas de los clásicos que vendían en la única librería del pueblo, esos poemas/canciones de María Elena eran un regalo del cielo.

4- Tenía doce o trece años cuando la profesora de italiano me prestó Dailan Kifki, en la edición amarilla con los bellos dibujos de Vilar. Eran clases difíciles y aburridas para mí, tanto verbo, tanta gramática. Recuerdo mi boca llena de asombro y risa, la lectura gozosa y fascinada. Y me recuerdo pensando cómo la professoressa podía tener entre sus libros esa novela llena de locura y vida.

5- Dailan Kifki otra vez, un martes de hace unos meses, tenía que viajar en medio del dolor. Juntábamos cosas con mis hijos que se quedaban a dormir en lo de la abuela, yo les hablaba, les explicaba, los consolaba. Vittorio, nueve años, tantas lágrimas en su carita. Le dije que se llevara algún libro para leer esa noche: -Un libro que hayas leído, que te divierta y te haga sentir bien- eso que me digo a mí misma cuando tengo que elegir un libro que me acompañe. Vitto metió su mano flaca en la biblioteca y sacó, sin dudarlo, Dailan Kifki.

6- Los años de maestra especial, todas las canciones del Reino del revés, cantadas y leídas, una vez y otra más y siempre.

7- Mi memoria ejercitándose con el Zooloco, los limericks dichos del derecho y del revés, a los tumbos o con prolijidad. Y también en secreto, con el susurrador, al oído de los niños que pasaban una nochecita de diciembre por la plaza.

8- Los Cuentopos desde hace más de veinticinco años, cuando me compré el primero. Y un sábado en la radio: había leído Don Fresquete y me llamó abuela Perla para contarme de cuando ella era chica, la nevada del cincuenta y dos, hicieron muñecos en la calle de tierra, las manos heladas, violetas.

9- Novios de antaño.

10- Los recortes de diarios y revistas. Todo lo que era Maríaelena lo guardábamos.

11- Acunar a mi primer hijo –así, sin saber por qué, sin pensarlo, de pronto- cantándole Manuelita o La Reina Batata.

12- Discutir con el final de La nube traicionera, los ojos con lágrimas, el deseo de seguir hilando nubes, sueños.

13- El país jardín de infantes y Juguemos en el mundo, los reencuentros del 83.

14- Ese himno que me canto cada vez contra la desazón y la tristeza, La cigarra.

15- Otras discusiones entre el amor y la diferencia, la carpa la blanca, su palabra jugada nos guste o no.

16- La vieja edición de Hecho a mano que tanto y tanto pedí y llevé y traje entre mis papeles que finalmente Alejandro me regaló.

17- Una tarde de invierno del 2008, en una plaza, la mano de Diana golpeando el tamboril y todas nosotras, en voz alta, contestando con las estrofas ácidas y justas de Con tambor: Yo soy mansa/pero cansa//De mujer/tengo las intenciones/y el no poder...

18- Las que cantan.

19- Una historieta de Quino dedicada a los duendes de María Elena que cuelga de un cordel en mi taller.

20- Llevar, hace años, a mis alumnos a conocer un jacarandá y cantar bajo su nieve.

21- Eva en la voz de Susana Rinaldi y las canciones de María Castaña, en viejos casetes que guardo como tesoros.

22- El coplerío y las adivinanzas y los villancicos y las rondas de Versos para cebollitas que tanto presté y que el milagro de la buena gente hizo que no se perdiera.

23- La voz de la misma María Elena en las narraciones maravillosas de La Plapla y La sirena y el capitán o El diablo inglés.

24- Año 1988, la emoción de Serenata para la tierra de uno cantada a orillas del Paraná por los alumnos de la escuela Leopoldo Lugones del Delta.

25- Hace un par de semanas, mi hermana me pidió unos versos de María Elena para pintar sobre una tabla de lavar que fue de nuestra abuela.



y más…cada verso, acorde, línea, carta de María Elena Walsh se enhebra como una cuenta en mis años. Puedo contar mi vida con sus palabras.