domingo, 31 de mayo de 2009

Bajo las estrellas



Relatos nacidos de la lectura del cuento de Primavera, 12.000 años de historia bonaerense.
Del libro: Bajo las estrellas, de Roberta Iannamico, Editorial Vacasagrada.


Relato de Pablo Lemus:


Estaba durmiendo y me despertó un grillo que se subió a mi brazo.
Me levanté y salí afuera.
Estaba todo oscuro, me tropecé con una lanza de Noche.
Me tropecé, me caí y me corté.
Tirado en el suelo vi una estrella muy roja y grande.
Fui a despertar a Cielo para mostrársela.
Ella me dijo que era el alma del abuelo.
Se nos ocurrió bajarla.
Agarré la lanza y la tiré, pero la estrella que cayó fue otra.
Igual fuimos a buscarla, pero cuando nos acercábamos, la estrella se alejaba, la estrella parecía que caía pero después volaba.



Relato de Agustina González Simón:

Yo tenía la fantasía de cazar una estrella.
Estuve pensando noche tras noche como cazar una estrella.
Una tarde caminé por la montaña de la luna de mi sueño y encontré una madera y dos piedras y con eso me puse a fabricar una lanza.
Yo no sabía, no me imaginaba para qué lo estaba haciendo, solamente lo hacía y lo hacía.
Pero cuando terminé la lanza me di cuenta.
Pensé: - Esto me puede servir para cazar una estrella.¿Pero qué estrella? – me preguntaba.
Y por fin me dije: - ¿Y si cazo la estrella de la niebla?
Una noche en la cima de la montaña de la luna de mi sueño, empecé a tirar con la lanza, tiré y tiré y cayó la estrella como si fuera un cohete que cae rápido, muy rápido.
Yo no escuché a la estrella cuando cayó.
Después de unos días, sentí un ruido y era la estrella de la niebla.
La guardé, la conservé muchos años, ya no me acordaba que tenía guardada una estrella, la estrella de la niebla.
La conservé y la conservé hasta que ella me dijo: -Quisiera volver allá, allá arriba, donde yo vivía.
Entonces, una tarde la dejé libre; flotó y flotó hasta llegar ahí arriba.
Por un momento pensé que fue un sueño corto, lleno de misterio, como ella que me charlaba, me contaba que era la estrella de la niebla.
Duró poco, pero alegró mucho.
La estrella de la niebla sólo fue eso, soñar una noche de niebla.

Los camisones de la abuela y los pibes


Cuando el viernes llegaron los pibes y vieron los camisones colgados de vidrieras y paredes del taller, preguntaron por qué todos los camisones, todos blancos, de quién eran.

Entonces leímos el poema de Roberta Iannamico: Los camisones de la abuela.

Lo leímos dos o tres veces, preguntando y pensando.

Les gustó el juego de descubrir entre los camisones colgados, aquellos parecidos a los que Roberta enumera en el poema: ese es el campesino, aquella la enagua, y el vestido de ángel? y el marino?

En la mesa estaban los libros de Roberta, leímos más de sus poemas.

Leyeron en voz alta preguntando por qué no tenían puntuación, comentaron que se hacía difícil leerlos en voz alta, así. Los invité a leerlos varias veces, a descubrir la manera de hacerlo, vimos que había distintas formas, que uno podría elegir, encontrar el ritmo, el sentido en esa lectura. Marina se animó a poner ella la puntuación, con lápiz negro, en una copia. -¿Puedo ponerle los signos, preguntó?

Mientras leíamos nacían las ganas de escribir.

-¿Quieren probar con un poema?

-Sí, dale, escribamos.




Marina y Roberta


Vinieron el zorro blanco, el zorro gris, el zorro colorado.
Una manada de cada especie, hambrientos.
Un borracho que está tomando vino, les dio.
Empezaron a aullar, porque
no sabían hablar, pero se hacían entender clarísimo.
Bah! No tan clarísimo,
estaban medio borrachos
por el vino o licor.
Se empezaron a amodorrar.
Empezó a llover, una tormenta muy grande.
La lluvia, los desconcertaba. Los ponía loquitos.
La borrachera.
La lluvia.
La modorra.
La locura.
Se terminaron muriendo.
Yo me quedé con el brillo de sus ojos.

Marina Chiaradia

Los tres versos en cursiva pertenecen a Roberta Iannamico, de El zorro blanco, el zorro gris, el zorro colorado.

Viernes 29 de mayo: Roberta Iannamico en Dorrego


De: El collar de fideos
Roberta Iannamico
Editorial Vox


Los camisones de mi abuela
mi única herencia
junto con el juego de té
y la sopera
son unos camisones
que están fuera
de la realidad
todos blancos
hay uno ideal
para andar entre gramíneas
campesino
sencillo
de una belleza natural
después
una enagua con breteles de cintas
parienta del mar
por su erotismo
dos enagüitas más cortas
púberes
y otro camisón
largo
que más bien parece
el vestido de un ángel.
Todavía no los usé
pero voy a empezar.



Roberta Iannamico en El árbol del cielo:


Por una noche de viernes habitamos el mundo mágico de sus poemas
y sus canciones.
Dormimos al sol, entre los yuyos
escuchamos la respiración de los árboles
dejamos que nos lleven de una mano como un corazón
y que nos instruyan las hormigas y los niños.

Gracias, Roberta!

De: Muchos poemas
Editorial: Y si salgo y me hiere un rayo:
Gran Pájaro

Hay un gran pájaro
en el cielo
encima de mi casa
su forma es de pterodáctilo
blanco puro
como si estuviera hecho de nubes
tan grande
que ocupa todo el cielo
sus alas largas
se curvan en las puntas
acá abajo hay viento
y él casi no se mueve
apenas avanza
contrario al viento
sin mover las alas
tal es su fuerza
tal es su altura.

lunes, 18 de mayo de 2009


Patio

El patio lleno de amapolas.
Yo sentada en la rama más baja.

El jardín húmedo,
flores que se marchitan,
hojas verdes ásperas.
Las baldosas mojadas por la lluvia.

Caigo al patio de agua,
allí me quedo.


Isabella Briatore, 9 años.



Cosas de mi sombra

Mi sombra es un hada mariposa, un monstruo en la pared.
Mi sombra camina con mis pies o se mete en la guitarra.
A veces me roba la bicicleta y se va por ahí, a dar una vuelta.
De noche, cuando se apaga la luz, mi sombra se mete en la cama y se duerme,

cansada de andar de acá para allá, todo el día, conmigo.
Pero otras noches no se duerme.
Hace dibujitos con pintura blanca o piruetas en el suelo.
Algunas noches, mi sombra se duerme tanto que a la mañana no puedo despertarla

y me tengo que ir a la escuela sin sombra, desombrada.

Valentina, María Sol, Violeta, Camila, Inés, María y Sol

un miércoles, después de jugar en la vereda a sol y sombra.

jueves, 14 de mayo de 2009


El casi-casi enojado
-lo dijo Vittorio-

Alguien bailando.
Furioso por la mitad.
Punta corta.
Ahorcados y aplastados.
Manos entre manos.
Despeinado y peinado.
Cinco nenes y dos maracas.
Soplando y riendo.
Diez ojos y diez dedos.
Congelados por el click.










Viva la vida
Historia en episodios desordenados.

Episodio uno:
Un gesto exagerado
Miércoles 19 de marzo de 2009, taller “El árbol del cielo”

Ayer, un gesto exagerado transformó la tarde en grillo.
Empezaba los talleres, el grupo de los adultos de hace tantos años.
Era la siesta, puro sol sobre Dorrego, casi nada. Dispuesta la mesa con sus sillas, las palabras.
Entonces, llegó Piche.
Apareció de pronto, su pelo blanco, la barba, su manera de llevar el cuerpo que se resiste y
en las manos que tiemblan
pesada
con todos los verdes en fila
una sandía
una bella gran sandía de regalo para la maestra.
No sabía Piche de mi encuentro con la planta de sandía al final del verano; de su paciencia esperando, en el patio, mi vuelta.
Fue el azar, esa forma leve del amor que enreda deseos y esperanzas.
toda la tarde ayer
vivimos dentro de la sandía
en el rojo
ojos
de semilla negra
sobre el mundo
y fuimos buenos
como peces que jamás tienen sed

Puedo contar, también, que había un pañuelo azul, que lo ofrecí para hacer magia, para sacar un conejo o flor que necesitaran y Piche dijo: improvisación y alegría.
Su gesto sobre el pañuelo giró el tiempo para ordenar la tarde:
improvisación y alegría
y del pañuelo sale
una sandía a rayas de todos los verdes.

Claro que después, hubo que comer la sandía
cortarla y comerla.
Más tarde, vinieron los pibes.
Una nena de seis, puro trenzas, decía: ¡Tengo taaaanta hambre!
¿Con qué caricia o palabra se cierra un taller literario?
Ayer nos despedimos comiendo lunas enormes de sandía.


Episodio dos:
Una semilla oscura
Jueves 26 de febrero de 2009, en casa.

Fue en nuestra ausencia, en el abandono del patio, mentas y jazmines.
Alguna tarde que vine hasta casa y salí para llamar a las gatas, su saludo de pasar el lomo por nuestras piernas, mordisquearnos los dedos del pie. Fue entonces que descubrí la planta con sus hojas ásperas, el festón verde y el asomo de los frutos lisos, a rayas.
Ahora que volví para disponer camas y mesas, poner los libros en su lugar, los relojes, voy al patio como quien va de visita, a conversar de lo que fue el verano.
Todavía sin herramientas ni intervenciones, escucho el movimiento del tiempo, la tierra sin agua, la vida que se ha dado una semilla oscura en el silencio de la casa vacía.
Es el enredo de los tallos que pican y las pequeñas flores amarillas abiertas al sol o cerradas como faroles a la noche. Las sandías creciendo, un mundo verde y el rojo que espero, lo dulce.
Volví a casa distraída de los almanaques y los trabajos y fue una sandía que crece, belleza de todos los verdes rastreros sobre el olvido y el calor, lo que me trajo de vuelta a mis días, a la pequeña vida de ojos abiertos, para que pruebe, de nuevo, el alimento de la poesía
ahora
en la carne de azúcar que estará para mi boca
antes del otoño.



Episodio tres:

Herbario
Martes 12 de mayo de 2009, en mi cuaderno.

esta mañana
mientras pegaba hojas
y flores
de sandía
en un papel delicado
recordé
el herbario de dickinson
que mencionó delfina

me regalaron uno
dijo
es tan hermoso
ordenaba su mano
como los versos
esa colección

lo había olvidado
hasta hoy
que busqué entre los libros
las hojas y las flores
guardadas
antes del invierno

para llevarlas
a los niños
los pequeños
que comieron
la sandía que trajo piche
se llenaron la boca
de palabras sandía
o semillas
en una rodaja pintada

pero esta mañana
mientras disponía
la vegetal transparencia
en un papel
recordé
el herbario de dickinson

me detuve
en la serie
de movimientos
de mi mano
la manera de usar los dedos
el cuerpo inclinado
el silencio

¿cuánto hace
que estoy aquí?

nadie me mira
pueden pasar dos siglos
es nada

el olor a jabón
en su vestido


Episodio cuatro:

Nace una sandía

Miércoles 6 de mayo de 2009 ,en “El árbol del cielo”

Con mi gran boca
como una rodaja de sandía.
Vino de Colombia escondida en un submarino.
La descubrió Juancito cuando la sandía flotaba
desparramada sobre una ola
que suspiraba y suspiraba
cansada de hacerla bailar.

Sol De Lucia, 7 años.

Con mi gran boca
como una rodaja de sandía.
Vino de la China en un barco.

El barco traía mil un sandías.
Yo pasaba en una lanchita cuando vi

la punta de una de las sandías
asomando por el ojo de buey.
Entré al barco a escondidas y me fui a la sala de sandías.
Agarré la más chiquita y me la llevé.
La colgué del ancla para bajarla a mi lancha,
pero se rompió y me escupió todo su jugo a la cara.
Volví a la sala de sandías.
Esta vez, busqué la más grande que había.
La tiré por la borda a mi lanchita.
La lanchita se hundió y yo me volví a casa
nadando y sin sandía.

Vittorio Lemus, 8 años.

Con mi gran boca
como una rodaja de sandía.
Vino del otro lado del mundo.
La tiraron al mar y llegó flotando a Monte Hermoso.
Un cangrejo la trajo hasta Dorrego
y le pidió a una hormiga,
a la hormiga más débil del hormiguero,
que me la traiga de regalo.
Ahora me la como
flotando en la pileta del club independiente
de panza al sol.

Violeta Mortarini, 8 años.

Con mi gran boca
como una rodaja de sandía
que nació en mi quinta.
En mi quinta tengo noventa y cinco sandías,
una para cada día del verano.
La como a la media noche y al mediodía.
Mi conejo Arturito mueve su cola emplumadita
para un lado y para el otro
porque quiere que le convide mi sandía.

Valentina Mazzón, 6 años.
Ayudas externas:
Pintura Viva la vida, de Frida Kahlo
Libro Nace una sandía, de Agustín Olavarría, Edic. De la flor



En mi niñez en Dorrego, en aquella niñez en que mi madre me hamacaba en un árbol que todavía está en la estación y que ayer descubrimos que se llama árbol del cielo, nada menos…
Roberto Juarroz, Coronel Dorrego, abril de 1990
y el grafitti
en la esquina de Lequerica e Yrigoyen
ahí, donde queda El árbol del cielo