domingo, 17 de abril de 2011

La mano piensa

(dedicado a mi amiga Martha Lombardelli)

La mano piensa –dijo Martha que dijo Heidegger.
Yo no sé bien qué quiso decir Heidegger -sé un poco más lo que quiso decir Martha- pero me gustó la idea de mi mano con su sabiduría, la densidad material de su pensamiento, no la transparencia de las ideas.
Y puesta a pensar (contemplativa en este caso) sobre esta cita –enero de 2009- brevísima de Martha, hubo dos ideas (transparentes) que se cruzaron en mí, dos miradas o estados sobre esta libertad de pensamiento de mi mano, dos entradas –distantes- en mi cuaderno:
22 de enero de 2010:
Mi mano piensa, me gusta pensarla así, todo lo que hace a su antojo, sin necesitarme, sin que yo tenga que pensar en ella. Todo lo que sabe hacer y ejecuta libre de mí, sin atarme a su pasión por el movimiento, el ajetreo. Puedo dejarla sola mientras abre la heladera y usa la cuchilla, mientras estira una sábana sobre la cama o junta la ropa del tendal, mientras enhebra y teje, ordena libros, riega las plantas o recorre una piel que amo, una boca.
Libre de mí, mi mano va por las cosas a su antojo, mientras yo sueño o floto de cara al cielo.

27 de marzo de 2011:
Mi mano que piensa, que tantas cosas sabe por sí misma, se adelanta –segura y eficiente- a mi deseo, a mi voluntad.
Puedo estar distraída, irme un instante de mí, perderme -en qué pensamientos- y de pronto, vuelvo y la descubro en plena acción, veo que mi mano sigue en mi lugar, hace de mí, me reemplaza.
Algunas veces me cuesta entender qué se quedó haciendo mientras yo me perdí –ese instante- y entonces me inquieta saber qué quiere, qué busca. La detengo en pleno vuelo, la interrumpo -¿me da miedo que actúe por sí misma?- me quedo dos, tres segundos suspendida en el aire, hasta que vuelvo a mi cuerpo, otra vez presente –espacio y tiempo- puedo leer sus movimientos, entender su programa de acción. Me ato otra vez a su sistema –huesos, nervios, sangre- y voy tras ella. Poco se equivoca. La dejo hacer, ejercer su voluntad, completar su trabajo. La mano piensa –me digo otra vez.
Es domingo y sé estas cosas mientras cocino berenjenas, arroz yamaní y choclos dulces como rodajas de melón.


Marzo de 2011

Algo de mi mano









Mi mano

Mi mano parece un libro abierto, un murciélago, una torta mágica, un árbol, un pie, piel, una guitarra volando y toda descontrolada, una flauta loca, muchísimas curvas.

Mi mano vuela por las pulseras, por los lunares, por las uñas, por los anillos, por los huesos y por los dedos.

Mi mano es caliente, fría, tal vez, suave, grande cuando soy grande y chiquita cuando nací, tibia es color piel y cuando estoy con la tierra o con el barro, es negra.

Mi mano juega con mariposas y pinta manos, color piel y de todos colores.

El dibujo de mi mano parece una cara, dientes sueltos y largos, aves, huesos, ropas, ramas, lluvia suelta por toda la ciudad.

Sol C. (9 años)


Mi mano

Mi mano atraviesa

la mesa y se esconde en el papel.

Mi mano vuela

a cada rincón de la hoja

y se coloca en el medio,

De pronto, desaparece.

Mi mano es grande

pero no como las de mi abuelo

y con uñas cortas

porque me las como.

Mi mano juega

con el aire, el agua,

con mis sueños

y los cambia,

los hace mejores.

El dibujo de mi mano es grande

y yo pienso que mi mano

es de todos colores

como el arcoíris.

Rocío U. (10 años)


Mi mano

Mi mano parce un muñeco, siempre la manejo yo.

Digo: Hola, él dice: Hola.

Yo me río, él se ríe.

Saco la lengua, saca la lengua.

Mi mano vuela por donde vuelo yo;

me caigo, se cae; me levanto, se levanta.

Siempre volando, revolotea, corre.

Salto y ella vuela, se para nada más para dormir, vuela, vuela.

Mi mano es un murciélago que vuela a la luz.

Espanta a todos, sus aleteos son muy lentos.

¡Pátafe! ¡Pátafe! Con esta agarro todo

¡y sigue volando!

Mi mano juega con mi otra mano que no vuela, queda quieta.

Las dos se pelean.

Su amigo favorito es la mano de mi amigo.

El dibujo de mi mano es espiral.

Se posa y el dibujo queda marcado

como un sello.


Victorio L. (9 años)