miércoles, 27 de agosto de 2014

Paisaje

A pensar

Paisaje: podría pintar a todos nosotros escribiendo
poesías. Me gusta tanto tanto hacer un cuadro, hasta
me largaría a llorar.


Eloísa (9 años)



Los corderitos




El corderito

Una ternura que aparece
en el campo y su piel es
blanca como la nieve, cuando
la acaricias parece que
fuera algodón.
¡Qué lindo mi amor!


Lourdes (9 años)



¡Los corderitos!

Los corderitos son
lindos. Los corderitos son
buenos. Me encantan los
corderitos.
Si tuviera uno lo
llamaría Tino y si
fueran mellizos...me
los quedaría a los dos!!

Martina (10 años)

Somos importantes









Todas las partes del cuerpo
son importantes.
Creo que cuando vi el cerebro.
Me acuerdo de cosas:
el amor lo bueno
lo malo
y la amistad.

Somos importantes.


Pedro (9 años)

Ser niño es lo mejor

Jugar, ser niño es lo mejor. Ver los colores,
ver la ilusión. Ser niño es lo mejor porque
no hay mayor responsabilidad que ser feliz y vivir.
Ser niño es lo mejor.
Fin.


Mora (10 años)



Un pájaro muy mojado
con una rana saltarina
se hicieron amigos
y después se encontraron en un bote
navegaron navegaron
y se conocieron mejor
en el viaje.

Antonella  (8 años)

jueves, 7 de agosto de 2014

Gran circo Hermanos Magnoni

Homenaje al querido amigo Piche Magnoni a través de los recuerdos de su hermana Lochy:

GRAN CIRCO HERMANOS MAGNONI
Nuestra niñez fue hermosa y estuvo llena de juegos compartidos con los amigos del barrio y de la escuela.
Jugábamos a todo: a la casita, a la selva, a la búsqueda del tesoro, a los artistas, a la peluquería, a los cowboys con Norita Remón y Jorge Chiaradía, a bautizar a las muñecas -siempre Piche era el cura- y hasta a la venta de licuados que habían aparecido por entonces.
Pero el juego que más nos apasionaba era el circo.
Nuestro papá, que era muy hábil, nos construyó un columpio enorme, alto, seguro, con grandes tablas de madera que sostenían el pie. Tenía una hamaca sujetada con cadenas y podíamos agregarle un trapecio y una barra para colgarnos, que entraba en los agujeros de los parantes laterales.
Pasábamos horas balanceándonos, colgándonos con manos y piernas del trapecio y de la barra.
Como era la más grande de los dos, yo era quien sostenía; en un envión medido cronométricamente nos enganchábamos volando por unos segundos en el aire.
Así íbamos armando la función y avisábamos a los chicos que también hacían sus partes en el circo.
Colocábamos sillas y bancos, poníamos una sobrecama color rosa viejo a modo de alfombra y comenzaba el espectáculo.
El que estaba dispuesto podía sumarse a la troupe, los demás eran espectadores.
Nuestro perro paseaba en círculos y obedecía órdenes –cuando tenía ganas.
El sulky de Piche recorría la pista con algún niño-jinete sentado en el caballo.
Los payasos eran Ana María y Rodolfo Marcó y juntos hacíamos payasadas.
Para finalizar llegaba el número más difícil y riesgoso: el domador.
Piche, llevando una pequeña silla –que todavía conservo- y un látigo armado con un palito y un piolín, ingresaba valientemente al gallinero y hacía cerrar la puerta para que no se escaparan los leones, digo las gallinas.
El alboroto era tremendo, las gallinas cacareaban volando por todos lados, plumas incluídas. El perro ladraba, el público gritaba y aplaudía.
Estábamos en un circo de verdad, querido hermano mío.

Lochy Magnoni

Agosto de 2014