sábado, 16 de agosto de 2008

Diálogo con Clarice Lispector

Mirarse en el espejo y decirse deslumbrado qué misteriosa soy.
Aparecer en otro lado, en otro país, en el país de las maravillas.
Aquí en casa se posó una esperanza* , como una estrellita.
Llena de orgullo, con el corazón también deslumbrado y blanco.
Con los ojos muy abiertos yo había mirado la calle oscura,
el gato negro subía a los árboles y buscaba la luna abstracta.
Hay tres cosas para las que nací:
oler las flores, respirar el mar y juntar piedras brillantes.
La cocinera era vidente como una varita mágica.
Adivinaba las comidas del rey; el pasado, el presente y el futuro,
una imagen extraña.
Tan raro como ha de haber sido el mundo cuando fue creado.
Dado vuelta al amanecer para ver el paisaje en que el sol
se refleja en el agua.
Son las seis de la mañana, sólo un perro libre anda por el
callejón, perdido, buscando algo para abrigarse, algo para comer.
Se cruza con otro perro, se hacen amigos.
Olvidé decir que las rosas silvestres son una planta trepadora
en mi pared, pasan para la casa del vecino.
El perro perdido quiere tocar las rosas, regalarle una a su amigo.
Sólo que cometí un error: dejar al perro libre.
Tal vez no lo encuentre nunca más.

Texto colectivo, grupo de 7 a 11 años.
Las líneas en cursiva pertenecen a Clarice Lispector.
5 de Octubre de 2007

* Insecto de color verde

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