Hipótesis
sobre un dibujo de Shaun Tan de Cuentos de la periferia, Barbara Fiore editora.
¿Qué son? ¿Lapiceras o
cohetes?
Son taaaaan altas.
¿Son lapiceras?
Serán lapiceras cohetes.
Qué raras.
¿Serán torres?
¿Cuántas puntas tendrán?
¿Y por dentro?
¿Será una base secreta?
¿O torres de vigilancia?
¿Será la base A705?
¿O serán bases que han
hecho los niños?
¿Nos estarán invadiendo?
¿Unos pájaros de
vigilancia que no dejan que salgas?
Tal vez los niños que
están dentro de esas bases puntiagudas como torres, nos defenderán de los
pájaros.
¿O los niños habrán sido
raptados en la torre A705?
¿Tenemos a Terminator de
nuestro lado?
No, no lo creo.
Todos al chorizo!
Chan chan chan.
Gino, Juani y Rogelio
Y el cuento de Shaun Tan:
Alerta pero sin alarmarse
Tiene
gracia que ahora que todo el mundo tiene su proprio misil balístico
intercontinental en casa ya nadie piense en ello. Al principio los repartieron
al azar.
En
un primer momento fue muy emocionante: algún conocido recibía una carta del
gobierno y al cabo de una semana un camión le llevaba el misil. Después tenía
que haber uno en la casa de cada esquina, más tarde también en la de los
vecinos de éstas, hasta el punto que hoy en día resultaría extraño que alguien
no tuviera un misil junto al cobertizo del jardín o junto al tendedero.
Sabemos
por qué los tenemos ahí, por lo menos tenemos una idea aproximada de ello.
Sabemos que debemos proteger nuestra forma de vida en un entorno cada vez más
hostil, que todo el mundo debe participar en la seguridad nacional (aliviando
la presión a la que están sometidos los almacenes armamentísticos) y, sobre
todo, que cada cual tiene derecho a sentirse recompensado con la sensación de
estar aportando su granito de arena.
Es
un compromiso modesto. Sólo implica limpiar y encerar el misil el primer
domingo de cada mes y, de vez en cuando, echar un vistazo a la varilla del
nivel de aceite. Una vez cada varios años recibes una caja con un bote de
pintura, señal inequívoca de que ha llegado el momento de eliminar cualquier
rastro de óxido del misil y de que hay que darle una mano de pintura de color
gris plomo.
Muchos
de nosotros, no obstante, hemos empezado a pintar los misiles con otros colores
e incluso hay quien se ha animado a decorarlos con dibujos de mariposas o
motivos florales. Ocupan tanto espacio en el jardín que lo mínimo que podemos
hacer es intentar que queden bonitos.
Además,
los panfletos del gobierno no prohíben utilizar otros tipos de pintura que no
sean los que ellos te proporcionan. Últimamente también nos hemos acostumbrado
a cubrirlos de lucecitas por Navidad. Deberíais subir a la montaña de noche y
ver los centenares de agujas encendidas que brillan y parpadean en la
oscuridad.
Además,
al misil del jardín se le pueden dar un montón de usos prácticos. Si
destornillas la tapa inferior y sacas los cables y todo el resto, puedes
utilizar el espacio como semillero o para guardar las herramientas, las pinzas
de tender la ropa o la leña. Si se renueva un poco más a fondo, puede
transformarse fácilmente en una fantástica «cabaña-cohete espacial» y, si
tienes perro, puedes ahorrarte la caseta.
En
una de las casas incluso han plantado una chimenea en la parte superior del
misil y lo han transformado en horno para pizzas. Sí, todos sabemos que es muy
posible que el día que el gobierno decida finalmente venir a buscarlos, los
misiles ya no funcionen, pero con el paso del tiempo hemos dejado de
preocuparnos por eso.
En
el fondo, la mayoría tenemos la sensación de que es mejor así. Además,
albergamos la esperanza de que, si en los países del otro lado del mundo las
familias también tienen los misiles en el jardín de casa, armados y apuntados
hacia nosotros, también ellos les hayan encontrado aplicaciones mucho mejores.
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