Leer es un irse de a poco, “irse desgajando línea a línea”, dice
Cortázar, en una balsa, descubriendo sobre la marcha el telar del destino, hoja
por hoja, irse.
Un libro es otro mundo hecho de
palabras, de imágenes, de ideas. Abrir un libro es soltar las alas y echarse a
volar, dejándose sumergir en las aguas de la ficción.
Leer es cerrar un pacto nunca
acordado, pero acentido desde la primera palabra, creer como un fanático lo que
susurran las oraciones mientras avanzan y las otras se fugan de la vista.
La literatura es arte, pero más que
arte es una forma de vivir, de ver al mundo, de verse a uno mismo. El que lee
está en carne viva a la intemperie del sol y la tormenta, dentro de él se
desatan batallas, se despiertan luces, se construyen y destruyen conceptos y
arquitecturas que pueden resistir el tiempo o desmoronarse de un soplo.
Cuando se mira a alguien que lee lo
que menos que se podría pensar es en movimiento. Sin embargo esto no es así,
una secuencia vertiginosa fluye como un feroz río por sus adentros, inundando y
carcomiendo su percepción, regalándole una amnesia sin que se de cuenta,
mientras anda por esa tierra fundada en las palabras, olvidando por un tiempo
inexacto la realidad.
Una persona que lee es más difícil de
influenciar, de manipular, tiene la capacidad de esgrimir un argumento, dar
fuerza a su pensar.
Leer un libro es leerle la mente a
otro, ver transformado en letras el corazón y el alma de quien encuentra en la
escritura un refugio.
A las palabras no se las lleva el
viento, nos atraviesan, se nos clavan, nos perforan y penetran, no se las lleva
el viento, se las queda la memoria y las disfraza de recuerdos. Las palabras
hieren, las palabras sanan, las palabras son luz o sombra, las palabras son más
que palabras.
A veces un libro se transforma en algo
más que letras en un papel, puede ser tantas cosas, menos algo inútil. Un libro
se hace parte de uno, nos complementa, nos llena, más o menos, el vacío que
otro dejó en nosotros.
He visto gente llevar a los libros contra su pecho, eso
me enternece, imagino que contagian latidos, un trozo de alma que se impregna
en las páginas.
Una palabra puede decir mucho más de lo que uno piensa,
están repletas de simbolismos, significados, representaciones. Las palabras van
más allá de sus fronteras, “por eso cada
palabra dice lo que dice y además más y otra cosas”, recita Alejandra.
Leer te cambia el mundo, ves con otros
ojos la realidad, sentís de otra manera, dilatás tus horizontes. Pensar que un
libro puede hacer tantas cosas es maravilloso y hasta sobrecogedor.
Leo para sentirme completo, infinito,
cuando algo falta en mi día leo, leo con la noche, bajo su silencio, las
estrellas son las palabras, constelaciones en mi memoria.
Un libro es un jardín misterioso, un
universo de puertas abiertas a lugares impensados.
Cuando leo vuelo, me extingo y
resucito, cuando leo soy fénix, cuando leo vivo.
Lucas Beneyto
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