Crónica de un cuento escrito después de leer Aventuras y Desventuras del Casiperro del Hambre, de Graciela Montes, con los pibes de la Escuela N° 2 de Aparicio.
Cuento: Matías Menna, Jonathan Perrone, Santiago Locatti, Agustina Laplaza, Candela Duhalde, Tiago Campos, Federico Matteucci, Matías Pinella, Mariana Pinella, Sofía Pinella, Marianela Arana, Agustina Jensen, Milagros Buffarini, Damián Laplaza, Miryam Carabajal
Crónica: Laura Forchetti
Escrito entre agosto de 2008 y marzo de 2009
Cuento: Matías Menna, Jonathan Perrone, Santiago Locatti, Agustina Laplaza, Candela Duhalde, Tiago Campos, Federico Matteucci, Matías Pinella, Mariana Pinella, Sofía Pinella, Marianela Arana, Agustina Jensen, Milagros Buffarini, Damián Laplaza, Miryam Carabajal
Crónica: Laura Forchetti
Escrito entre agosto de 2008 y marzo de 2009
La buena de la Zorra
Los chicos ya contaron esta historia entre todos, palabra más palabra; yo la escribí en el pizarrón, al dictado.
Pero ahora quiero contar de dónde vino, cómo creció, se fue tejiendo de mano en mano y se hizo importante.
Es la misma historia de siempre, que contamos una y otra vez en distintas lenguas, una historia sobre la vida y la muerte, nada original, lo saben.
La Zorra era hija de la Pantera, dijeron los pibes. Nació el invierno pasado. La Pantera se metió en una cueva de peludo para que nazca. Nacieron como diez cachorros y no se murió ni uno solo. La Pantera sabía que iba a llover esa noche, por eso, cuando la panza le anunció que nacían los cachorros, se metió en una cueva de peludo y esperó.
Eso me lo contaron los pibes. Al principio no les creí, pensé que era puro invento, porque yo nunca vi un perro metido en una cueva de peludo, pero ellos dicen que sí, que se meten. Matías contó que el Cuzco duerme en una cueva que está del otro lado de la calle. Cuando el Cuzco se hizo perro de la casa, le hicieron una cucha con chapas y madera, pero no hubo caso, el Cuzco, de noche, se mete en la cueva.
Por eso cuando me lo explicaron yo lo escribí tal cual:
Capítulo 1: De cuando nació la Zorra
Nací en Aparicio, una noche de invierno, llovía. Mi madre, la Pantera, se había metido en una cueva de peludo. Allí nacimos diez cachorros, cuatro perros y seis perras.
Yo estaba con los ojos cerrados y sentí un olor rico, como a panqueques. Me arrastré entre mis hermanos y busqué la teta. Me puse a tomar la leche, me sentí contenta y tranquila, aunque escuchaba los truenos afuera.
Yo era una cachorrita flaca y amarilla como un tigre.
Hasta ahí escribimos el primer día, porque después fue el recreo y el patio.
Los chicos me llevaron a la tranquera para que conozca a la Zorra, nunca había prestado atención a su presencia mansa. Ellos dijeron que desde marzo estaba ahí, cuando empezaron las clases; hacía como ellos: turno tarde en la escuela.
La Zorra sabía que la tranquera era un buen lugar. Podía entretenerse con el griterío de pibes, el ir y venir, alguna caricia que le alcanzaban, algún hueso. Casi como cuando vivía con los nueve hermanos.
Capítulo 2: El sueño de la Zorra
Crecí rápido, ahora soy un poco más alta, tengo las orejas cortas y levantadas, atentas cuando me hablan mis amigos de la escuela. Dicen que parece que sonrío cuando me dan de comer, como hoy que Matías me trajo un hueso de oveja.
Ah! No les conté que estoy todo el día echada en la tranquera de la escuela. Ese es mi paraíso. Ahí juego con los chicos, me echo bajo la sombra del pino y recibo huesos y pedazos de carne.
Eso me dictaron el lunes siguiente. Ya no me acuerdo que día de julio era, hacía frío, en el recreo había que saltar al elástico para calentarse los pies. Pero en el aula se estaba bien.
Mientras tomaban la leche, empezaron a contarme la semana de la Zorra, sus escapadas, sus siestas en la tranquera.
Siendo personaje de cuento, todos hablaban de ella ahora.
Hasta los pibes grandes, los de la secundaria, se acercaban a saludarla.
Yo también. Fue a la primera que busqué cuando bajé de la combi de Mario.
Y recuerdo a la mamá de Tiago hablándome de la Zorra:
-¿Así que están escribiendo un cuento de la perra?
-Sí, les propuse contar la historia de un perro como en un libro que estamos leyendo y quisieron contar la historia de la Zorra, porque es la perra de todos.
Capítulo 3: Conozco un amigo
Mendieta es cruza con galgo, marrón claro y blanco, no es muy flaco.
Viene a la tardecita a visitarme, me regala una caricia con su cabeza. A veces me trae un hueso, algo de carne.
Nos gusta ir a la plaza a pasear. También nos gusta ir al arroyo, tomar agua fresca o jugar mojándonos cuando hace calor. Tal vez, en unos meses, nazcan nuestros cachorritos y entonces el paraíso será completo.
El capítulo tres lo hicimos el mismo lunes que el dos. Querían contar que andaba un perro rondando a la Zorra, el Mendienta, otro vagabundo.
-Es el novio- decían riéndose –Van a tener cachorritos.
Antes de pedirme que escriba en el pizarrón, discutieron sobre Mendieta, algunos decían que ese no era el verdadero nombre, otros que era muy viejo para ser novio de la Zorra, otros que de galgo no tiene nada.
Me gusta cuando discuten entre ellos, es una manera de conocerlos.
Me gusta interrumpirlos para preguntarles cosas sobre las que ellos saben, cosas del campo, de la gente del pueblo.
Me gusta preguntarles por los animales que tienen en sus casas, cómo llegaron, los nombres, los colores y tamaños, quién les da de comer, dónde duermen.
A ellos les gusta hablar de sus animales.
Me gusta cuando tienen ganas de contarme cosas.
Me gusta cuando me cuentan sin que pregunte, aunque no sean cosas lindas.
Como la tardé que volví, después de las vacaciones.
Con los tres capítulos del cuento estaba bien. Terminaba con la Zorra esperando que nazcan sus cachorros, ellos habían elegido ese final, ese pequeño paraíso para la colorada.
Hicimos una hojita con el cuento impreso, cada uno dibujó los capítulos a su imaginación y se llevaron la edición a casa para leerla en familia.
Pero cuando volví de las vacaciones de invierno, ese mediodía, los pibes me esperaban en la puerta de la escuela con apuro para contarme.
-Se murió la Zorra, la atropelló una camioneta.
-Ni siquiera paró a levantarla o para ver qué le había hecho.
-La dejó ahí tirada.
-La encontró mi papá, pero ya estaba muerta.
Después, cuando entramos al aula, me contaron con detalles.
Alguien dijo que teníamos que agregar un capítulo más al cuento.
Entonces, sin que yo alcance a decir nada, Matías me dio la orden:
-Dele, escriba en el pizarrón: Capítulo Cuatro: Mendieta triste.
Capítulo 4: Mendieta triste
Pasa todos los días llorando. Extraña, aúlla como un lobo. Viene todas las tardes a la tranquera del paraíso, pero está seco. La busca por todos lados, pero no está. Entonces se va triste, se echa en la orilla del arroyo y no puede dormir.
Zorra fue atropellada por una camioneta.
Los chicos ya contaron esta historia entre todos, palabra más palabra; yo la escribí en el pizarrón, al dictado.
Pero ahora quiero contar de dónde vino, cómo creció, se fue tejiendo de mano en mano y se hizo importante.
Es la misma historia de siempre, que contamos una y otra vez en distintas lenguas, una historia sobre la vida y la muerte, nada original, lo saben.
La Zorra era hija de la Pantera, dijeron los pibes. Nació el invierno pasado. La Pantera se metió en una cueva de peludo para que nazca. Nacieron como diez cachorros y no se murió ni uno solo. La Pantera sabía que iba a llover esa noche, por eso, cuando la panza le anunció que nacían los cachorros, se metió en una cueva de peludo y esperó.
Eso me lo contaron los pibes. Al principio no les creí, pensé que era puro invento, porque yo nunca vi un perro metido en una cueva de peludo, pero ellos dicen que sí, que se meten. Matías contó que el Cuzco duerme en una cueva que está del otro lado de la calle. Cuando el Cuzco se hizo perro de la casa, le hicieron una cucha con chapas y madera, pero no hubo caso, el Cuzco, de noche, se mete en la cueva.
Por eso cuando me lo explicaron yo lo escribí tal cual:
Capítulo 1: De cuando nació la Zorra
Nací en Aparicio, una noche de invierno, llovía. Mi madre, la Pantera, se había metido en una cueva de peludo. Allí nacimos diez cachorros, cuatro perros y seis perras.
Yo estaba con los ojos cerrados y sentí un olor rico, como a panqueques. Me arrastré entre mis hermanos y busqué la teta. Me puse a tomar la leche, me sentí contenta y tranquila, aunque escuchaba los truenos afuera.
Yo era una cachorrita flaca y amarilla como un tigre.
Hasta ahí escribimos el primer día, porque después fue el recreo y el patio.
Los chicos me llevaron a la tranquera para que conozca a la Zorra, nunca había prestado atención a su presencia mansa. Ellos dijeron que desde marzo estaba ahí, cuando empezaron las clases; hacía como ellos: turno tarde en la escuela.
La Zorra sabía que la tranquera era un buen lugar. Podía entretenerse con el griterío de pibes, el ir y venir, alguna caricia que le alcanzaban, algún hueso. Casi como cuando vivía con los nueve hermanos.
Capítulo 2: El sueño de la Zorra
Crecí rápido, ahora soy un poco más alta, tengo las orejas cortas y levantadas, atentas cuando me hablan mis amigos de la escuela. Dicen que parece que sonrío cuando me dan de comer, como hoy que Matías me trajo un hueso de oveja.
Ah! No les conté que estoy todo el día echada en la tranquera de la escuela. Ese es mi paraíso. Ahí juego con los chicos, me echo bajo la sombra del pino y recibo huesos y pedazos de carne.
Eso me dictaron el lunes siguiente. Ya no me acuerdo que día de julio era, hacía frío, en el recreo había que saltar al elástico para calentarse los pies. Pero en el aula se estaba bien.
Mientras tomaban la leche, empezaron a contarme la semana de la Zorra, sus escapadas, sus siestas en la tranquera.
Siendo personaje de cuento, todos hablaban de ella ahora.
Hasta los pibes grandes, los de la secundaria, se acercaban a saludarla.
Yo también. Fue a la primera que busqué cuando bajé de la combi de Mario.
Y recuerdo a la mamá de Tiago hablándome de la Zorra:
-¿Así que están escribiendo un cuento de la perra?
-Sí, les propuse contar la historia de un perro como en un libro que estamos leyendo y quisieron contar la historia de la Zorra, porque es la perra de todos.
Capítulo 3: Conozco un amigo
Mendieta es cruza con galgo, marrón claro y blanco, no es muy flaco.
Viene a la tardecita a visitarme, me regala una caricia con su cabeza. A veces me trae un hueso, algo de carne.
Nos gusta ir a la plaza a pasear. También nos gusta ir al arroyo, tomar agua fresca o jugar mojándonos cuando hace calor. Tal vez, en unos meses, nazcan nuestros cachorritos y entonces el paraíso será completo.
El capítulo tres lo hicimos el mismo lunes que el dos. Querían contar que andaba un perro rondando a la Zorra, el Mendienta, otro vagabundo.
-Es el novio- decían riéndose –Van a tener cachorritos.
Antes de pedirme que escriba en el pizarrón, discutieron sobre Mendieta, algunos decían que ese no era el verdadero nombre, otros que era muy viejo para ser novio de la Zorra, otros que de galgo no tiene nada.
Me gusta cuando discuten entre ellos, es una manera de conocerlos.
Me gusta interrumpirlos para preguntarles cosas sobre las que ellos saben, cosas del campo, de la gente del pueblo.
Me gusta preguntarles por los animales que tienen en sus casas, cómo llegaron, los nombres, los colores y tamaños, quién les da de comer, dónde duermen.
A ellos les gusta hablar de sus animales.
Me gusta cuando tienen ganas de contarme cosas.
Me gusta cuando me cuentan sin que pregunte, aunque no sean cosas lindas.
Como la tardé que volví, después de las vacaciones.
Con los tres capítulos del cuento estaba bien. Terminaba con la Zorra esperando que nazcan sus cachorros, ellos habían elegido ese final, ese pequeño paraíso para la colorada.
Hicimos una hojita con el cuento impreso, cada uno dibujó los capítulos a su imaginación y se llevaron la edición a casa para leerla en familia.
Pero cuando volví de las vacaciones de invierno, ese mediodía, los pibes me esperaban en la puerta de la escuela con apuro para contarme.
-Se murió la Zorra, la atropelló una camioneta.
-Ni siquiera paró a levantarla o para ver qué le había hecho.
-La dejó ahí tirada.
-La encontró mi papá, pero ya estaba muerta.
Después, cuando entramos al aula, me contaron con detalles.
Alguien dijo que teníamos que agregar un capítulo más al cuento.
Entonces, sin que yo alcance a decir nada, Matías me dio la orden:
-Dele, escriba en el pizarrón: Capítulo Cuatro: Mendieta triste.
Capítulo 4: Mendieta triste
Pasa todos los días llorando. Extraña, aúlla como un lobo. Viene todas las tardes a la tranquera del paraíso, pero está seco. La busca por todos lados, pero no está. Entonces se va triste, se echa en la orilla del arroyo y no puede dormir.
Zorra fue atropellada por una camioneta.
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