miércoles, 23 de diciembre de 2009

brasita de fuego


Leíamos Oh! los colores, de Jorge Luján, con los más chiquitos de la escuela de Aparicio.

Me detuve en la página del rojo: -¿Conocen algún pájaro rojo?

-El llamita- dijo Facundo Arana, seis años, ojos negros.

-No olvides esto que me dijiste, Facu. Después lo escribimos-dije yo suspendida en la imagen intensa que traía un niño tan pequeño, hasta el aula.


Y después, Facundo escribió su pequeño poema.

Más bien, me dictó para que yo escriba, él todavía estaba aprendiendo las primeras letras.


El rojo
está en el llamita
que canta
a la tarde
en el árbol seco
de mi casa.


El llamita es el brasita, ese pájaro que arde en el aire.

Me sorprende cómo saben de mirar pájaros, de nombrar pájaros estos pibes.

Hablé de esto con Graciela San Román y ella, tantos años en el campo, también sabía del brasita, de su rojo, de su aparición a fines del invierno.

Entonces fue la poesía:



canta
a la tarde
en el árbol seco
de mi casa

escribió
facundo
en su cuaderno

el brasita llega
al final del invierno

en los años en el campo
dice graciela
esperaba
el aleteo
que anuncia la luz

el rojo
arde
la tierra


después
septiembre
con todos sus pájaros
trae el olvido
de los detalles

aunque el brasita
viene y va
por el aire
ya no lo vemos
explica

hasta que vuelvan
el invierno
y el hambre


laura forchetti

diciembre 2009


I giorni rubati

En una palabra, ¿no os ha pasado eso de leer levantando la cabeza?”
R.Barthes


-¿Qué pasó? –me pregunta Vittorio, dejando su libro sobre las rodillas.
Como no le contesto, insiste:
-¿Qué te pasó, mamá?
Me inquieta descubrir lo que puede ver de mí.
-¿Por qué me preguntás qué pasó?
-Porque te quedaste así, no sé, quieta…
Sé de qué habla, dice quieta porque no encuentra otra palabra para nombrar lo que pasó:
Yo leía, el pequeño libro de Pasolini en la mano y de pronto, levanté la cabeza, los ojos del libro, como si me hubieran llamado o herido.
Mi hijo dice quieta aunque hace más de media hora que los dos estamos quietos, leyendo.
Pero dice quieta porque no halla palabras, todavía, para decir el salto del alma, la conmoción, la agitación intensa que vio desplegarse dentro de mí en ese momento, cuando levanté la cabeza de la página.
Todavía no sabe cómo nombrar el peligro que acecha la siesta, en el living de la casa de la abuela, cuando estamos los dos en el sillón, cada uno con su libro.
Y sin embargo, pregunta y la pregunta devela que a sus nueve años ya descubrió que algo puede pasar mientras uno lee.
-¿Qué te pasó?
Su voz clara me trae de vuelta de la visión fugaz, del vacío de la poesía.
Busco el cuaderno y escribo I giorni rubati, como si fuera un título, mientras Vittorio vuelve a su Tierra de monstruos.
En la alfombra, la perra baja las orejas y se duerme.

Laura Forchetti
14 de diciembre de 2009

y mancha la nieve de azafrán...


¿Qué pasa cuando una osa hace pis en el Polo Norte?

Eso se pregunta/se contesta Laura Devetach en Cuidado con la osa.

En la escuela y en el jardín de Aparicio, jugamos a preguntas parecidas.

Aquí van dos resultados:


Cuidado con el tigre


Cuando el tigre se despertó, se hizo pis en la palmera.
En la palmera había una yarará negro con verde y naranja y le picó la cabeza.
El tigre rugió: GRRRRRR! Y se cayeron todos los cocos de la palmera en la cabeza del león.
El león rugió y el rugido fue tan fuerte que los loros se despertaron y salieron volando.
El bochinche de los loros despertó al elefante que se asustó e hizo BRUUUUMMMM!
Con el bochinche del elefante, la hormiga se despertó y lo picó al tigre que del susto se hizo pis en la palmera.


Los chicos de 1° ciclo, de escuela primaria.



Problemas con el caballo


Cuando el caballo se despertó hizo pis en la calle.
Pasó un gallo amarillo y se mojó la pata en el charco.
Dejó una huella hasta el campo de la oveja.
La oveja siguió la huella y llegó al granero.
En el granero, la gallina estaba con los pollitos comiendo maíz.
La oveja vio una montaña de fardos y se subió y se durmió.
El caballo siguió la huella del gallo y encontró a la oveja durmiendo.
El caballo la despertó y le dijo:
-Andá para allá que te van a esquilar.Y la oveja fue porque hacía calor y se quería sacar el sobretodo blanco.


Los pibes del jardín de Aparicio

Aparicio, noviembre de 2009.
Todo el año esperamos la lluvia.
Por eso, cuando llegó ese lunes, teníamos que tocarla, beberla, olerla.
Teníamos que mirar caer la lluvia, el agua dulce, la tierra devoradora.


-Seño, ¿podemos abrir la ventana y ver cómo llueve?
Abrimos la ventana y miramos felices la lluvia sobre el patio de la escuela, la lluvia entre los eucaliptus, los pájaros de la lluvia, la lluvia mansa.
-¿Quieren escribir la lluvia? -les pregunté después y entre todos, ellos me dictaban, yo escribía en el pizarrón, hicimos nuestra enumeración de la lluvia..


Por fin llegó la lluvia
La lluvia que refresca el aire y hace bien al campo.
La lluvia que salva.
La lluvia que humedece la tierra.
La lluvia que hace feliz al pasto y al trigo.
La lluvia larga que dure toda la semana.
La lluvia que hace barro para andar en bici por los charcos.
La lluvia para la liebre que salta entre la cebada.
La lluvia para el chancho que se revuelca.
La lluvia para el caballo que corre bajo el agua, lleno de felicidad.
La lluvia para abrir la ventana de la escuela y verla caer.


Los chicos de 2° ciclo, primaria.


Algo viejo
algo tibio
algo que te hace reír
algo que te hace llorar
algo que brilla como el oro:
la memoria

En la escuela de Aparicio, con los chicos de 10/11 años, leímos
Guillermo Jorge Manuel José de Mem Fox, editorial Ekaré
y nos dieron ganas de hablar de nuestros abuelos.


El abuelo Pichi

Se llama Abel Alfredo Campos.
Voy todos los días a la casa. Vive en el barrio de Aparicio.
Una vez, en el arroyo, veníamos en su camioneta toda destartalada y nos caímos en un pozo.
El abuelo se enojó con nosotros porque no le avisamos.
Después se fue a bajar de la camioneta y se le trancó la puerta. Tuvimos que pegar con una pala a la puerta.
Ese día no pescamos nada en el arroyo, pero el abuelo dice que lo pasó bien porque nos contó cuentos, tomamos mate y comimos masitas.

Tiago Campos

Mi abuelo José

Mi abuelo José ya no está, pero me acuerdo de él.
Me acuerdo cuando corríamos a las gallinas y una vez que cazamos una paloma; la desplumamos y la queríamos comer.
También me acuerdo cuando practicábamos puntería a la botella, con la gomera y cuando jugábamos al tejo en el patio de la casa de él.

Federico Matteucci


Mi tío y yo


Se llamaba Alfredo.
Con él, los fines de semana, me iba al campo.
Después de comer un asado, salíamos a cazar peludos.
El tío me enseñaba cómo atraparlos cuando están en la cueva, para no lastimarlos.
Los sacábamos echándoles agua y luego los poníamos en una jaula para cuidarlos y alimentarlos con trigo y leche.
Nos divertíamos mucho.
Hoy lo extraño porque ya no está, pero me dejó un recuerdo muy lindo.

Luciano Altamirano


Abuelo Raúl

Raúl es mi abuelo.
En las vacaciones de verano fui a visitarlo al campo.
Le ayudé a esquilar ovejas, con mi primo y mi tío.
Y en las vacaciones de invierno, le ayudé a armar un corral para encerrar a los caballos.
No los podíamos encerrar y por allá, se metieron en el corral el petiso, la estrella, el tobado y el lobuno.
El petiso se salía del corral por debajo del alambre, entonces agarré al lobuno y me fui a encerrar las ovejas.

Damián Laplaza

sábado, 19 de diciembre de 2009

Algo que pasa en el cielo

Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función esencial.

A.Manguel

Imágenes de un año de palabras en la escuela de Aparicio.